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Nota - Sobre la Investigación Acción Participativa

COMENTARIO
Sobre la Investigación Acción Participativa como enfoque metodológico en investigación social
Por Carlos Soto 
Diciembre de 2019
          La Investigación Acción Participativa (IAP) tiene como finalidad facilitar la superación de alguna situación de infortunio, injusticia y/o dominación vivida por un grupo social, con el que los investigadores colaboran comprometidamente, en una relación de reconocimiento simétrico, fomentando el empoderamiento a través de la construcción praxeológica conjunta mediante formas de participación democrática. (Fals Borda, 2015; Krause, 2002; Villasante, 1995)

         La IAP forma parte del "paradigma crítico" de las Ciencias Sociales, en el que la intención emancipatoria ante las formas de dominación es el motivo de la investigación social, pues entiende que el conocimiento no sólo debe explicar o comprender; debe transformar la realidad (Villasante, 1995).

          La IAP surge en Latinoamérica en la década de 1970, como una opción a la metodología positivista importada de Europa y EE.UU. que limitaba a las sociologías críticas que en ese entonces buscaban mejorar realidades concretas. Algunas de las limitaciones de este paradigma son su inaplicabilidad a la realidad latinoamericana por su factura eurocéntrica, su contaminación ideológica en favor del interés de las potencias que ejercen dominación, la insistencia en la objetividad y neutralidad inoperantes, y la explotación científica producto de la relación asimétrica entre investigador e investigado, entre otras. Bajo ese contexto comienza a desarrollarse la IAP como ciencia social crítica, alternativa al "paradigma normal", motivada por las necesidades de los explotados, entendiendo la investigación como un proceso compartido de elaboración y reelaboración continuo, apostando por investigadores insertos en el proceso social, comprometidos con las bases organizadas, las prácticas cotidianas y los saberes populares, y consecuentes con el propósito de transformar el complejo de procesos que componen la realidad objetiva (Fals Borda, 2015).

          Desde la perspectiva dialéctica, se define a la praxeología como la producción de conocimiento científico en base a una praxis que, a su vez, es entendida como la unidad formada por la relación dialéctica entre teoría y práctica en un proceso abierto, en el cual la práctica (el momento de la acción) es cíclicamente determinante, e impulsa a la teoría (el momento de la reflexión) para retroalimentarse de ella. La praxeología permite devolver continuamente a la comunidad los conocimientos que le fueron extraídos, para la revisión, reevaluación y restructuración de sus propias prácticas, en las que el grupo investigador participa y de dónde extrae información que reelabora según sus saberes científicos. Este proceso facilita la armonización entre el buen juicio y la sabiduría práctica, entre la investigación social crítica y la acción política comprometidas con el mejoramiento de la realidad (Fals Borda, 2015; Villasante, 1995).

          El empoderamiento, según Rappaport (1984), es “el mecanismo [o proceso] a través del cual las personas, organizaciones y comunidades adquieren dominio sobre sus vidas” (Krause, 2002, p.46). En rechazo a los modelos de intervención social de tipo paternalista, asistencialista, preventivo o de experticia profesional, la idea de empoderamiento asume de antemano el reconocimiento simétrico de las habilidades y capacidades que ya existen en la comunidad (Krause, 2002).

          La participación, de acuerdo a Gyamarti (1992), se define como “la capacidad real y efectiva del individuo o de un grupo de tomar decisiones sobre asuntos que directa o indirectamente afectan su vida y sus actividades en la sociedad” (Krause, 2002).

          En atención a ambas definiciones antedichas, Mariane Krause (2002) operacionaliza 2 dimensiones interrelacionadas en torno a la noción de empoderamiento; una individual, la capacidad de autodeterminación personal; la otra colectiva, “la posibilidad de participación democrática en la vida de la comunidad a que uno pertenece (…)” (p.46). En la misma línea de esta segunda enunciación, es posible evocar lo manifestado en 1995 por la Escuela Escandinava en el Congreso de Convergencia Participativa: la democracia participativa es un requisito imprescindible y un componente inherente de la investigación participativa (Fals Borda, 1995).

Referencias

Fals Borda, O. (2015). Una sociología sentipensante para América Latina. México, D.F./Buenos Aires: Siglo XXI Editores/Clacso.

Krause, M. (2002). Investigación-acción-participativa: una metodología para el desarrollo de autoayuda, participación y empoderamiento. En Durston, J. & Miranda, F. (Comps.). Experiencias y metodología de la investigación participativa. (pp.41-56). Santiago: Cepal.

Villasante, T. R. (1995). De los movimientos sociales a las metodologías participativas. En Delgado, J. M. (Coords.). Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales. (pp.399-426). España: Editorial Síntesis.
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